
Datos fragmentados everywhere
Una de las cosas que disfruto de ser docente de grado son las mesas de examen de la Práctica Profesional. No solo es un momento de cierre de etapa para muchos estudiantes (con toda la emoción que eso implica), sino que también es una excelente medida de la realidad del ejercicio de la profesión en el medio local. Los trabajos, siempre anclados en la experiencia laboral del alumno, expresan realidades que tenemos que saber escuchar.
En las presentaciones de este 2025 noté un patrón muy marcado, para nada desconocido, pero llamativamente vigente. Como diría Buzz Lightyear en el memorable meme: “Datos fragmentados, datos fragmentados everywhere”. Sistemas usados parcialmente en conjunto con otros sistemas, hojas de cálculo o incluso (inserte aquí una pausa para generar suspenso) registros manuales. ¡Vade retro Satán!
Es llamativo que la fragmentación (o directamente la calidad) de los datos no suele ser una prioridad para la gestión y, en muchos casos, empieza a representar un problema recién en el punto en el cual alguien levanta la alfombra que oculta los escombros. No es sorpresa que ese alguien sea un (casi) Licenciado en Administración en busca de información útil para la gestión. Otro caso usual que destapa la olla (y el olor a podrido) es la implementación de herramientas de business intelligence, cuyos profesionales deben invertir más tiempo solucionando problemas de datos y de sistemas que definiendo indicadores y construyendo dashboards.
En un mundo donde todos tienen FOMO de la inteligencia artificial, esta realidad es una mala noticia. La adopción de tecnología en las organizaciones no es un salto inmediato, sino un proceso evolutivo que atraviesa distintos niveles de madurez. Cada estadio se apoya en el anterior: no es viable implementar soluciones avanzadas si antes no existen sistemas básicos robustos, procesos estandarizados y datos confiables.
Implementar sistemas e integrarlos es menos fancy que diseñar agentes de IA o implementar PowerBI, pero es el camino que lleva a los resultados deseados. Dejar pasar la ola puede llegar a ser mejor que ahogarse en el mar. O, como diría Buzz, si no se puede volar, mejor caer con estilo.
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