El botón del hambre: ¿genialidad o estupidez?

El botón del hambre: ¿genialidad o estupidez?

Casas que controlan la temperatura de sus ambientes de manera inteligente, dispositivos que te permiten interactuar con tus mascotas cuando no estás en casa y autos que pueden llamarse desde un teléfono o un reloj y vienen hacia uno, ¡sin un conductor que los dirija!. Todos estos son ejemplos válidos de la polifacética Internet de las Cosas, una de las tendencias tecnológicas que los expertos marcan para el 2015 y los años sucesivos.

Según Wikipedia, Internet de las Cosas es un concepto que se refiere a la interconexión digital de objetos cotidianos con Internet. Con una baja sostenida en los costos de la tecnología, la popularización de las conexiones inalámbricas  disponibles en nuestros hogares y oficinas y la altísima adopción de smartphones en todos los segmentos socioeconómicos de la población, la base está lista para que Internet de las Cosas se convierta en una realidad en nuestras vidas, no solo a través de productos y servicios totalmente nuevos, sino también a través de los ya conocidos que experimentarán una vuelta de tuerca.

Como siempre ocurre, tanto las grandes empresas como los emprendedores están atentos a la posibilidad de generar oportunidades de negocio a partir de productos nuevos o la reconversión de los ya existentes. Pero nada es tan fácil: la incorporación de nuevas tecnologías representa un reto que implica superar problemáticas relacionadas con costos, conseguir mejoras sustanciales en los productos y quebrar viejos hábitos en los usuarios para conseguir una exitosa adopción de los mismos. Sólo unos pocos logran superar el desafío.

Claro que esa no es la única opción. Cuando no se pueda reformular un mercado, siempre nos quedará la posibilidad de utilizar la tecnología como una oportunidad para adquirir notoriedad y exposición gratuita en los medios de comunicación. O como dijo algún forista alguna vez “a veces lo único que importa es que la gente hable de ti…”.

La española Telepizza lanzó hace unos meses la campaña “Click&Pizza” que contempla el lanzamiento bajo modalidad de prototipo de un botón que se pega en la heladera y permite colocar un pedido con tan solo presionarlo. El groso de Enrique Dans, una de las voces más importantes en tecnología del país ibérico, escribió un completo artículo destacando las virtudes del proyecto, siendo una lectura más que abarcativa para entender de qué trata el mismo. Si ya es mucha lectura por hoy, pueden ver este video promocional del proyecto completo (incluye las alternativas de Twitter y Pebble, además del botón):

Un botón para pedir pizza, ¿es un proyecto brillante? Aunque hay que esperar a ver los resultados, a mí no me convence para nada.

  1. ¿Para qué resolver con hardware algo que puede hacerse fácilmente con software? Una aplicación para cualquier dispositivo móvil funciona tan eficientemente como el botón, sin mayores complicaciones y con mucha más funcionalidad.
  2. ¿Es económicamente viable? ¿Cuántas pizzas deben venderse para poder convertir el botón en un dispositivo rentable? No tengo los números pero algo me dice que no debe ser tan sencillo.
  3. ¿Qué pasa si no quiero hacer el mismo pedido de siempre? ¿Si hoy quiero variar? ¿Si tengo invitados a comer? La simplicidad sacrifica funcionalidad haciendo al botón inútil en estos casos.

Por si todo esto fuera poco, la idea no es nueva: la Red Tomato Pizza de Dubai implementó hace más de dos años una idea muy similar pero en un contexto diferente que modifica la propuesta de valor del dispositivo: con más de 200 nacionalidades y lenguajes, pedir una pizza en Dubai puede ser frustrante, con lo cual el botón pasa a funcionar como un lenguaje común para todos los participantes del proceso de compra.

En los próximos años vamos a ver múltiples intentos de incorporar tecnologías asociadas al Internet de las Cosas en objetos o procesos de uso cotidiano. Algunos de estos serán exitosos y transformarán por completo la manera en la que acostumbramos a hacer nuestras tareas diarias. Otros tantos (la mayoría) se olvidarán e incluso algunos quedarán en el salón de la fama de lo bizarro. Hoy no podemos saber a ciencia cierta cuál es cuál, pero eso no nos va a privar de jugar a adivinar, ¿o sí?.

PD: ¿quieren un gran ejemplo del Internet de las Cosas bien desarrollado? La valija inteligente Bluesmart, emprendimiento del cual participa el tucumano Diego Sáez Gil  es un proyecto sumamente interesante que ha recibido una respuesta increíble en su campaña de financiamiento colectivo.

Publicado originalmente en el Blog Taylor Tenía Razón en La Gaceta.