El nuevo local de Havanna en Barrio Norte. Fotografía publicada originalmente por @Tucumanoide

Los alfajores y la esquina maldita

En el siempre cambiante escenario gastronómico de nuestra ciudad capital, una de las aperturas que más ruido hizo en las redes sociales durante la semana pasada fue la inauguración en Barrio Norte de un nuevo local de la franquicia de origen marplatense Havanna.

De la mano de la novedad llegó también una aguda observación, repetida por muchos, con tono casi profético: la esquina elegida para el despliegue cuenta con el historial más grande de fracasos gastronómicos de Tucumán. Convengamos que, aún cuando esta afirmación sea difícil de probar, no es una esquina con muchas historias de éxito en su haber. Fanáticos y fanáticas del 70% cacao: carpe diem; el atracón de azúcar podría requerir nuevos horizontes.

¿Tiene sentido pensar en propiedades malditas? (y no, no me refiero a casas hoy abandonadas donde ocurrieron asesinatos o atrocidades similares) ¿Qué nos dice el marketing y la administración al respecto? Si vamos a etiquetar una propiedad como maldita, primero que nada deberíamos descartar que la misma adolezca de problemas en dos dimensiones fundamentales: ubicación y características edilicias.

Hay un mantra conocido entre agentes de bienes raíces y especialistas de la venta minorista que reza “Location, location, location” (“Ubicación, ubicación, ubicación”). Cuando lo repetís en voz alta y frente al espejo provoca la inmediata aparición del genio de los locales que, con un chasquido de dedos, te encuentra la posta, sin comisión de inmobiliaria y garantizando mínimos gastos de remodelación. Bueno, quizás no. Sin embargo, las palabras mágicas indican que sólo después de identificada una buena ubicación, el resto de los factores empieza a importar.

¿Hay diferencias entre dos locales que están en la misma manzana? ¿Y en la misma cuadra? Hay, sí, pero la diferencia debería ser mínima y empezarían a jugar otros factores. Un buen ejemplo podría ser un kiosko que desapareció del mapa al cambiar de mano su calle, dejándolo justo enfrente de la parada del colectivo (y de sus clientes).

A priori, la ubicación de nuestro local es excelente. El tránsito, los negocios vecinos e incluso el encontrarse sobre una esquina, son todos factores valorados positivamente. No deberíamos olvidar, sin embargo, que la evaluación de la ubicación está siempre en función de la propuesta: no es lo mismo un café con una oferta variada de pastelería y delicatessen que un bar autogestionado cuyo producto estrella viene en un envase de 970 ml.

Con respecto a las características de nuestro local en observación, no parece observar deficiencias graves ni mucho menos. Un amplio frente vidriado (un detalle importante en nuestra plaza) y una superficie más que suficiente para acomodar un buen número de mesas (considerando también las veredas), nos permitirían darle el visto bueno.

¿Entonces? ¿Llamamos al exorcista? Piano piano, mis amigos. Un negocio puede cerrar por muchos motivos. El 80% de los emprendimientos no sobrevive más de dos años y no hay tantos locales malditos que puedan explicar esa tasa. A la hora de buscar culpables, la calidad de la comida y el servicio suele ser el primer acusado, pero incluso cuando un restaurante sea considerado bueno por sus clientes, puede terminar cerrando (Lisandro, teléfono). Hay mil artículos dando vueltas sobre las múltiples explicaciones para los fracasos comerciales. Lo bueno es que la mayoría de los cierres son evitables si los problemas se detectan a tiempo (a.k.a. cuando todavía hay espalda financiera para seguir perseverando).

Quizás un rápido recorrido de la historia comercial reciente de la esquina de 25 y Corrientes nos diga algo. Su último ocupante célebre (hace varios años ya) fue la heladería Piombino. Atrapada en la trampa del producto de calidad y precio medio, se fue sin el brillo de sus mejores épocas. Los bares y cafés que le siguieron vieron la zona florecer con otras propuestas que perduraron, padeciendo la muerte en el mundo de los vivos y también el olvido en el mundo de los muertos.

El local elegido puede pesar (los agoreros ya notan el cartel con la H a media luz) pero, en este caso, parecería ser que la esquina espera pacientemente el turno de un inquilino con una propuesta que le permita recuperar el brillo que se merece. Veremos si los alfajores están a la altura del desafío.