5 motivos para odiar los grupos de WhatsApp
¿Cómo era tu vida antes de los grupos de WhatsApp? Así como Facebook ha cambiado la manera en la que nos relacionamos con otras personas, los grupos de WhatsApp, quizás de una forma menos evidente, también lo han hecho. ¿El cambio ha sido bueno? Eso es un poco más discutible.
No encontré sustento académico para sostener esta afirmación (aunque seguramente alguna ignota universidad de los EEUU desarrollará muy pronto un estudio) pero estoy convencido que estar en múltiples grupos de WhatsApp te hace hasta un 27% menos feliz (?!?). Estos son algunos de los motivos que se identificarían en ese trabajo de investigación:
1. Interrupción constante.
Sin importar si son las 7, las 12, las 15, las 19, las 23 o las 3 de la mañana, ni si estás trabajando, estudiando, almorzando, haciendo tus necesidades fisiológicas o durmiendo, siempre habrá alguien escribiendo en tus grupos de WhatsApp.
La novedosa opción de silenciar un grupo por un siglo (sí, dije bien, un siglo) no está disponible aún en todas las plataformas pero nos llegará más temprano que tarde. Ya lo dijo Quico: ¡¡cállate, cállate, cállate que me desesperaaaasss!!.
2. Conversaciones innecesarias.
¿Todo lo gratis es bueno? No siempre, mi querido amigo. Si la gente tuviera que pagar por cada mensaje que envía, lo pensaría antes al menos un par de veces.
Conversaciones completamente irrelevantes o de interés para solo unos pocos nos inundan minuto a minuto. No nos engañemos: estar en un grupo de WhatsApp no te hace saber más de la vida de un amigo al que no ves hace mucho; la cantidad de mensajes intercambiados no necesariamente implica una mejora en la calidad de la relación.
Si el grupo está armado con fines utilitaristas o laborales: ¿cuántas de esas conversaciones no podrían haber sido reemplazadas por llamadas telefónicas o emails con mejor resultado y menor inversión de tiempo?
3. Basura. Mucha basura.
Los grupos de WhatsApp están rebalsados de basura.
Que quede claro: esto no es sólo por los chistes berretas, ni por los videos simpáticos, ni por las fotos de gatitos. No señores, esto no es sólo por la pornografía gratuita, ni por la selección de chistes de salón (o de los otros), ni por los audios de canciones en inglés que se presentan con títulos jocosos en español, ni por los juegos para adivinar frases escritas con emojis.
No sólo que tuvimos que ver todo eso sino que además tuvimos que verlo múltiples veces. En cuanto un chiste se vuelve “viral” aparece en absolutamente todos los grupos de WhatsApp en los que estamos, sin importar cuán diferente sea la composición psicosocial de sus miembros. A fines de ejemplificar esta situación, recompensaré a quien no haya escuchado el famoso “¿Me puede poner Agua en el Hoyo?” (bueno, justo ese sí es gracioso).
4. Relaciones sociales no deseadas.
Whatsapp te mantiene relacionado con gente con la cual no tenés intenciones de mantenerte relacionado.
Compañeros de trabajo, compañeros de la escuela, madres y padres de los compañeros de nuestros hijos, familia extendida, los muchachos del barrio. Ponele el nombre que vos quieras. Ya sea porque el interés esté en la información útil que podría salir del grupo, o mantenerse relacionado con 2 o 3 miembros del mismo, tendrás que suscribirte obligadamente al resto de la conversación.
Salirse de un grupo de WhatsApp es algo más complicado de lo que parece: la condena social para el desertor es brutal. Por temor a las represalias que pudieran sucederse de tan arriesgado acto, poca gente se anima a afirmar en voz alta su voluntad de abandonar un grupo; muchos menos son los que efectivamente lo dejan.
5. Productividad cesante
El concepto de lucro cesante hace referencia a la ganancia que una persona deja de percibir como consecuencia de un perjuicio que se le ha causado. En esta línea creo que es hora de que algún abogado aproveche e inicie juicio por productividad cesante a Facebook, el nuevo dueño de WhatsApp.
Las horas “invertidas” en el uso del WhatsApp podrían haberse usado para cosas más productivas como la solución al problema del hambre o la redistribución de la riqueza. Quizás no tanto, pero la lectura de un buen libro debería hacer una mejor alternativa en cualquier caso. Hasta podríamos conformarnos con no sufrir “whatsappitis”.
Por supuesto que hay buenos motivos para usar grupos de WhatsApp. Algunos son tan buenos que, por sí solos, valen para mantener lejos el dedo de la opción «eliminar y salir del grupo», aun cuando tengamos miles de razones para odiarlos. Podríamos decir que los grupos de WhatsApp se han convertido en un mal necesario.
Y vos, ¿de qué lado estás?
Publicado originalmente en el Blog Taylor Tenía Razón en La Gaceta.