Taylor, 100 años después: una visita a la biblioteca

Taylor, 100 años después: una visita a la biblioteca

En un año poco dedicado a la lectura y a la escritura, quedó en mi lista de pendientes aceptar el desafío propuesto por la Prof. Lucrecia Boland en las ADENAG locales del 2016: releer el texto original de un autor clásico de la administración. La idea me resultó sumamente interesante desde un primer momento: ¿qué podría aportarme un libro de más de cien años de antigüedad? ¿Han quedado obsoletos los autores clásicos? ¿Tiene sentido seguir enseñándolos en nuestros planes de estudio?

Nunca dudé cual sería en mi caso la lectura elegida. ¡Tengo un blog que lleva el nombre de uno de los padres de la administración, carajo! Iba a conseguirme el indispensable “Principios de Administración Científica” de 1911 y constatar si resiste en el tiempo. Pero… ¿dónde se consigue eso? Un par de búsquedas rápidas por las cadenas de librerías que contamos en Tucumán dieron negativo para ejemplares nuevos. Por el camino de los libros usados podría haber tenido éxito en Mercado Libre o, si hubiese estado en Buenos Aires, en alguna de las siempre fascinantes ferias de libros de Parque Rivadavia o Parque Centenario. Conseguirlo en formato digital tampoco es tarea fácil, aun cuando estimo que ya debería ser de dominio público.

Pero tengo un recurso más a mano, uno que hace mucho tiempo que no requería. Una visita al lugar donde viven los libros. Bueno, quizás viven sea mucho decir. Un lugar donde yacen libros, a veces olvidados, a veces ignorados, nunca abandonados: la biblioteca de la Facultad.

Créase o no, las bibliotecas universitarias siguen existiendo. Cuando yo estudiaba solía ir a preparar materias a la biblioteca (en algún punto la cambié por el bar y no volví más, es verdad) y aunque hacía usufructo de sillas y mesas, no recuerdo haber sacado muchos libros en aquel entonces. Nunca es tarde para volver a empezar.

Resultó ser que Taylor era un autor popular en la biblioteca de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNT. Pero no Frederick W. Taylor sino Howard E. Taylor, un señor que escribe libros sobre cálculo diferencial e integral. ¡Que desilusión! Tras acotar la búsqueda a las estanterías de Administración, aparecieron varias copias de una edición de los setentas de El Ateneo, una empresa que en aquel entonces se asociaba más con una editorial que con una cadena de librerías. La edición incluye en un mismo tomo la obra maestra de Taylor y el “Administración Industrial y General” de Henri Fayol, otro indiscutible de la disciplina.

A primera vista podríamos haber deducido que este libro no lleva mucho tiempo entrando y saliendo de su lugar designado en los anaqueles. ¿Sorpresa? Para nada. De por sí nadie leía ya los autores clásicos directamente de sus textos, aunque si consideramos que en los últimos años han desaparecido totalmente de los contenidos de la asignatura introductoria de la disciplina, no podemos esperar nada más. En la tarjetita de los préstamos (no se asusten, hay sistemas digitalizados en la biblioteca, pero conviven todavía con sus precursores) podemos constatar la fecha de la última devolución pactada: año 1996. Mil-nueve-noventa-y-seis. ¡Qué año! Crespo y el Enzo sacaban a River campeón de la Libertadores, se le quemaban los árboles a María Julia, tocaban los Ramones por última vez en nuestro país, el “rock barrial” (que categoría discutible, por favor) florecía con grandes discos como Tercer Arco de Los Piojos, Luzbelito de Los Redondos y Despedazado por mil partes de La Renga y, por si todo esto fuera poco, un estudiante se llevaba de paseo el libro de F.W. Taylor a su casa. Y acá estaba yo, 20 años después, frente a él (al libro, no al estudiante, valga la aclaración).

Tarjeta de préstamos del libro "Principios de Administración Científica"

No es el propósito de esta larga perorata discutir sobre el funcionamiento de las tradicionales bibliotecas en el siglo XXI pero no puedo dejar de hacerme algunas preguntas que no son fáciles de responder. ¿Para qué sirve la biblioteca universitaria hoy? ¿La biblioteca ha dejado de ser consultada por los alumnos porque no tiene una oferta adecuada o no tiene sentido invertir los recursos necesarios para formar una oferta adecuada porque la biblioteca ha dejado de ser consultada por los alumnos? ¿El libro sigue siendo un soporte válido para la educación? Paremos la pelota acá porque podríamos seguir hasta preguntarnos si la universidad sigue vigente y ahí sí que se arma y no nos vamos más.

Amo los libros y estoy firmemente convencido que siguen siendo un recurso válido (uno de los mejores, entre otros tantos). ¿Necesitamos bibliotecas actualizadas? Definitivamente. ¿Hay que enseñar a leer los clásicos? Me adelanto al próximo posteo, pero como me encanta spoilearme a mi mismo adelanto que es un sí rotundo. ¿Deberíamos incentivar la lectura sobre temas académicos y profesionales más allá de lo estrictamente asociado a los exámenes y a las lecturas obligatorias? Nadie estaría en desacuerdo, pero pocos lo hacen (¿será que pocos profesores siguen leyendo? ¡Ouch!)

De a un alumno por vez vamos a dar vuelta esta situación. Y vamos a llenar de libros nuevos y relucientes las estanterías de las bibliotecas y las casas (y el kindle y las tablets también, sino me van a acusar de retrógrado). Y vamos a discutir en las aulas (y fuera de ellas) los clásicos y los contemporáneos, un libro a la vez.